Bueno bloggers, sigo en plan de mantener viva la biblioteca, así que os quiero hablar de otro libro muy discutible: El Maestro del Mal, de Jim Hougan.
La historia trata de todo lo que hace y sufre Alex Callahan, un periodista televisivo, cuando sus dos hijos gemelos, Sean y Kevin, desaparecen de repente bajo sus narices en una feria medieval.
Utilizando su experiencia en los medios, logra encontrar la información necesaria para poder identificar al secuestrador de sus hijos, y además, descubrir que es un ex predicador religioso fascinado por los trucos de magia, pero también un asesino trastornado desde la infancia.
Alex hace todo en sus manos y tal vez más para recuperar a sus hijos, pero cada camino que toma parece ser una vía muerta, un camino sin salida, lo que demuestra la experiencia del secuestrador, culpable además de otros tres casos de secuestros a gemelos jóvenes, de los cuales dos terminaron en asesinatos brutales vinculados con trucos típicos de un acto de magia.
Si bien suena bastante interesante la trama (No los culpo), deja MUCHO que desear, pues para ser una novela policíaca, es más bien un ensayo desordenado donde están métodos de búsqueda de desaparecidos, historia de la magia, trucos, historias antiguas, y a esto se le añade la calma con la que el padre actúa en cada momento, pues nunca se describe a sí mismo de forma desesperada o paranoica, una actitud que todos se esperan si sus hijos de seis años desaparecen luego de estar una tarde con el padre que no ven hace mucho.
También está el factor acción, el cual está ausente durante toda la obra, pues cuando llega el enfrentamiento entre padre-secuestrador, se desarrolla de una forma muy aburrida, interesante, pero aburrida. Las investigaciones si bien nos dan datos e información interesante, aburren al lector, y a mí en particular, me pareció que Hougan tenía esta información, estaba aburrido, y decidió crear una trama prometedora, pero fue tan recargada sobre información de magia, vudú, asesinatos, que terminó perdiendo su esencia.
Luego de haber leído este libro, sinceramente, no tengo remordimientos en otorgarle una mísera:
La historia trata de todo lo que hace y sufre Alex Callahan, un periodista televisivo, cuando sus dos hijos gemelos, Sean y Kevin, desaparecen de repente bajo sus narices en una feria medieval.
Utilizando su experiencia en los medios, logra encontrar la información necesaria para poder identificar al secuestrador de sus hijos, y además, descubrir que es un ex predicador religioso fascinado por los trucos de magia, pero también un asesino trastornado desde la infancia.
Alex hace todo en sus manos y tal vez más para recuperar a sus hijos, pero cada camino que toma parece ser una vía muerta, un camino sin salida, lo que demuestra la experiencia del secuestrador, culpable además de otros tres casos de secuestros a gemelos jóvenes, de los cuales dos terminaron en asesinatos brutales vinculados con trucos típicos de un acto de magia.
Si bien suena bastante interesante la trama (No los culpo), deja MUCHO que desear, pues para ser una novela policíaca, es más bien un ensayo desordenado donde están métodos de búsqueda de desaparecidos, historia de la magia, trucos, historias antiguas, y a esto se le añade la calma con la que el padre actúa en cada momento, pues nunca se describe a sí mismo de forma desesperada o paranoica, una actitud que todos se esperan si sus hijos de seis años desaparecen luego de estar una tarde con el padre que no ven hace mucho.
También está el factor acción, el cual está ausente durante toda la obra, pues cuando llega el enfrentamiento entre padre-secuestrador, se desarrolla de una forma muy aburrida, interesante, pero aburrida. Las investigaciones si bien nos dan datos e información interesante, aburren al lector, y a mí en particular, me pareció que Hougan tenía esta información, estaba aburrido, y decidió crear una trama prometedora, pero fue tan recargada sobre información de magia, vudú, asesinatos, que terminó perdiendo su esencia.
Luego de haber leído este libro, sinceramente, no tengo remordimientos en otorgarle una mísera: