En el silencio del bosque, Ägador corrió de forma desesperada.
En su pueblo no estaba seguro, en los ríos habían las sirenas, tendría suerte de no encontrar ningún centauro en el bosque, o que no se le apareciera una hada revoloteando en los alrededores y lo delatara.
Fue pasando por todos los matorrales y arbustos que pude, yendo cada vez más y más lejos
En cuanto llegó a un claro, supo que ya no lo alcanzarían, así que se echó sobre el pasto y sintió la brisa nocturna en su cara, aún había peligro, pero se quedaría quiero por al menos... El resto de su vida, era algo tentador con todo lo que vivió hace tan solo unas semanas, pero no podía pasar de algunos minutos. El estar en un mismo lugar por mucho tiempo podría ser su condena de muerte.
Respiró profundamente y sintió todo lo que lo rodeaba. El cielo, las estrellas, el viento, el rumor del agua, el aleteo de los pájaros. Estaba listo.
"Gate of Destinies" de Cris Ortega. |
Se levantó, y ni bien lo había hecho escuchó pasos a su alrededor, así que no lo pensó dos veces antes de salir corriendo como un poseso.
De entre los arbustos, sigilosamente, salió Selineir. Su vestido blanco se distinguía demasiado entre las negras plantas del bosque, pero a pesar de ello Ägador no la había visto en lo absoluto, ni en ese o algún otro momento. Su hechizo estaba trabajando a la perfección.
Las imágenes no abandonaban la mente de su ex novio, el temor estaba bien instalado en su corazón, y todo lo que estaba viviendo era gracias a ella, a su maestra. De no ser por ella, Selineir no hubiera sabido nunca el poder que tenía en su interior, y todo empezó con tan sólo encender una vela negra y pedir una maldición sobre Ägador.
Si tan fácilmente provocaba eso, ¿Qué sería capaz de lograr con su poder completamente desarrollado? Un éxtasis invadió su cuerpo con sólo imaginar las posibilidades...
A lo lejos, escuchó un cuervo chillar, así que se acercó. No podía ser una oportunidad más perfecta. cera de lo que parecían las ruinas de un antiguo castillo, al lado de un río, estaba el pájaro, cubierto de algunas gotas de agua y cubriéndose a sí mismo con sus alas.
Selineir se acercó tranquilamente, estiró la mano y silbó a muy bajo volumen. Instantáneamente el ave levantó la mirada, y cuando la vio voló hacia ella y se le posó entre las manos como si fuera su dueña de toda la vida.
Con la criatura en manos, Selineir se alejó del lugar con un único pensamiento en mente: Ägador iba a pagar por cada lágrima que la hizo derramar, por cada momento que se sintió derrotada, por cada miedo que le hizo sentir y por cada desdicha que la hizo sufrir.
Con esa decisión grabada a fuerza de fuego en su corazón y memoria, se dispuso a volver con su maestra para pedirle los consejos antes de hacer cualquier cosa...
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