Nuria contempló la luna. Esta se alzaba imponente en el nocturno cielo y con todo su blanco esplendor. No había nada más; nubes, estrellas, cometas, solo cielo y luna.
De sus labios cerrados y rojos salió un suave y casi involuntario suspiro, como si reverenciara al astro con ello.
Acarició la piedra que tenía colgando del cuello y, con un impulso repentino, la arrancó de su sitio, destrozando la cadena de oro y plata de la que colgaba.
La miró en su mano: Una piedra negra con destellos blancos que resaltaban en gran manera, pudo recordar qué era lo que contenía.
La tomó en ambas manos y esperó hasta que el brillo saliera de ellas, algo que no tardó en suceder. Para cuando abrió las manos y separó las palmas tenía una esfera de luz blanca flotando encima de la que caían polvos negros.
- Que venga a mí y me lleve a ti.
Su voz resonó clara en el silencio de la noche, pero de inmediato la esfera empezó a latir, como si de un corazón se tratara. Lentamente se fue elevando y de un segundo al otro comenzó a volar por todo el bosque.
- Que se aparezca la llave para recordarte.
La bola se detuvo de inmediato, justo en un punto del bosque, dando al cielo una columna de luz para que Nuria pudiera encontrarla fácilmente. Con sólo caminar unos dos minutos a travez del bosque la halló.
Nuria se acercó lentamente hasta tenerla justo en frente. Apenas la tocó con el dedo índice y esta se deformó hasta adquirir otras dimensiones. Lentamente fue tomando otra forma mientras que del suelo, a pocos centímetros, salían cuatro plantas formando lo que parecía un banco para sentarse.
En cuestión de minutos, la esfera se había vuelto piedra con una forma que Nuria conocía de sobra: Un piano de cola.
Con sólo sentarse en el bando, las tapas se levantaron y dejaron ver el interior del piano y las teclas de un color blanco absoluto, como si fuera de un tono más puro de lo normal.
Cuando Nuria posó sus dedos en ella, no pudo soportarlo más. Comenzó a tocar una balada que desde hacía años estaba atascada en su corazón
Un viento llegó y le alborotó sus negros cabellos, mientras que una blanca neblina cubría el lugar y llenaba el ambiente de sentimiento.
A medida que tocaba, los dedos de Nuria pasaban veloces por el teclado, sin casi tocar las teclas y aún así hacer que estas resonaran en todo el bosque.
Llegó un momento en el que Nuria cerró los ojos y sólo dejó los dedos quietos a pocos centímetros de las teclas. La misma niebla se movía para tocar por ella. Su poder había despertado de nuevo y ahora con más fuerza que la vez anterior.
Juntó las manos y logró hacer que saliera un brillo rosado potente que casi la encandiló.
Las separó de repente y salió disparado el mismo brillo hasta las nubes, llenando el cielo de ese color y creando nubes de ese color.
Lentamente fue moviendo sus manos al compás de la música que poco apoco aceleraba, que lentamente se volvía más salvaje, más movida.
Cuando llegó su momento, se levantó y siguiendo la música, se movió, haciendo que salieran fuegos fatuos a su alrededor, los cuales danzaron a su son también.
Con una reverencia logró que la niebla se juntara y los fuegos fatuos formaran un círculo incandescente. Una luz brilló naciendo del medio de entre todos ellos, y de allí salió un débil y pequeño dragón.
Nuria regresó al piano y retomó el control de las teclas, haciendo que la niebla retrocediera. Con una mano continuó con la música, mientras que con la otra atrajo a la criatura, que no tuvo más opción que obedecer.
Lentamente, aceleró el ritmo, que disminuyó cuando el dragón apareció, y logró que este se elevara un poco, quedando encima del piano de cola.
Con la mano libre creó una jaula de luz a su alrededor, haciéndole saber que ya era su dueña, y luego de eso retomó su labor en el piano, con ambas manos.
De alguna parte del bosque se escuchaban más instrumentos siendo tocados: guitarras, bajos, melodías extrañas que venían de algún lugar. Incluso parecía haber una voz en medio de todo ese sonido orquestal.
Lentamente el dragón cambió de forma y creció hasta adoptar el tamaño de Nuria, envolviéndose a si mismo en su propio fuego azul, mutando, cambiando de forma al fin. Aceleró el ritmo y todos los sonidos la siguieron, ayudando a la transformación de la criatura.
De repente, Nuria cesó su tonada. Su frente estaba perlada de gotas de sudor, sus manos temblaban por el ritmo frenético que habían tenido y su respiración, además del corazón, era completamente desbocada.
Justo en el momento en que dejó de tocar, ya no había dragón, sino un humano hecho de luz, una luz que se separó del cuerpo , dejando ver a un hombre desnudo que caía inconsciente en el piano.
- Bienvenido de vuelta, mi amor - Dijo Nuria mirando el cuerpo de su amor verdadero, maldito hace siglos por una bruja a vagar como un dragón en otras dimensiones -.
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