Habían tantos secretos,
habían tantos disgustos, habían tantas cosas que me ocultabas. Es como si
fueras un extraño en mi vida, como si no eras el que conocí y que tanto amé.
Sé que estoy lejos de
ser la persona perfecta, pero creo que merezco que me digas quien te mandó ese
beso por correo o quién te dio su teléfono a mis espaldas, o al menos si tu
boca probó nuevos mares, en el peor de los casos.
No eres quien creía, me
pintaste un mundo distinto, promesas, utopías y perfección. Cuando miro hacia
atrás, veo un largo viaje en espiral hacia abajo. ¿Cómo me rebajé tanto por tí?
Y lo peor es que duele admitirlo todo.
Aun te amo, aún quiero
que seas mi dueño, pero soy mucho para ti, no soy un juguete, no soy un objeto.
Siento. Lloro. Sangro. Amo. Sonrío. Así que despídete. Verás de lo que te
perdiste por manipularme y jugarte al doctor conmigo.
Ya no eres nada. Yo soy
quien aquí manda, así que haz las maletas, que esta ya no será tu casa o al
menos mientras mi corazón lata.
Adiós, mi cielo. Espero
verte lejos…
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