La puerta del laberinto estaba
abierta para mí, veía la luz del arco iris al final, veía todo claro y
perfecto, y sigue siendo así.
Con capa y espada armado estaba
listo para entrar, pero cuando lo hice, la puerta se cerró para siempre, o me quedaba
allí o avanzaba.
Entre caminos me perdí, me caí y
me lastimé, me hizo falta todo lo de atrás, pero su recuerdo estaba al final
del camino, su presencia estaba luego del negro.
A mitad de salir, encontré a dos
personas.
Una de ellas era muy vieja, con
un cabello tan largo que no sé si era hombre o mujer, pero estaba muy
lastimada. La otra estaba en perfecto estado, estaba arreglada, vestida y tenía
un cuerpo excelente, pero carecía de rostro.
Era una imagen tan intensa ver
esos dos seres que me mareé, pensé que estaba soñando. ¿Qué clase de broma era
esa? ¿Qué delirio estaba sufriendo?
De repente vino otra persona,
pero invisible, no la veía, solo la ropa con forma y moviéndose, pero me daba
una sensación de paz, aunque admito que era algo inquietante.
No sé por qué, pero el cielo
oscureció y el viento comenzó a soplar tan fuerte que casi me arrastraba con él,
casi volamos todos, pero nos tomamos de la mano, fuera de quién fuera, y
avanzamos contra viento y tormenta.
Al cruzar vimos un río que casi
nos llegaba al cuello, pero debíamos pasar por allí para evitar la tormenta. La
persona de largos cabellos los usó como soga para derribar un árbol y crearnos
un puente, pero con ello los perdió todos y cada uno, así que el invisible le
dio su bufanda para ocultar su cara, pues nos daba siempre la espalda. Sólo le
vimos los ojos, tan blancos como sinceros.
Cuando seguimos caminando,
podíamos ver un lugar de mucho calor, excesivamente caliente y caluroso,
insoportable.
La persona sin cara me dijo que
no podíamos seguir o moriríamos deshidratados, que nos fuéramos y buscáramos
otra salida, pero el invisible dijo que era lo contrario, moriríamos si
retrocedíamos, pues una vez dado un paso adelante, mil pasos hacia atrás no
servirían de nada, esa era la naturaleza del desierto.
Seguimos andando, y
efectivamente, al final había una fuente de agua clara y pura, con una calavera
de un lado y una cereza del otro.
Inmediatamente todos fueron a
beber dela cereza, pero sin-cara no podía, y estaba sediento, así que tomé agua
del lado de la calavera, y lavé el lugar en donde estaría su rostro.
Se sintió bien de inmediato,
mientras que los otros estaban mareados de tanta azúcar que le había puesto la
cereza al agua, así que bebieron donde la calavera.
Ya estábamos llegando, ya veíamos
la abertura del otro lado, porque no había siquiera una cortina: Veíamos el
prado verde, el cielo azul, un sol radiante y vivo…
Pero faltaba un último obstáculo,
y era una pared imponente y dura, completamente transparente.
Tres pasarían, pero uno debería
quedarse para ayudarlos a subir, decidí ser yo.
Uno a uno subieron hasta quedarme
solo, ellos no podrían ayudarme, el piso era más alto de mi lado que el de
ellos, no podían volver.
Con mis propias manos empecé a
cavar el suelo rocoso, sangrando y llorando, hasta lograr un hoyo lo
suficientemente profundo para pasar. Cuando estaba a mitad del camino, cuando
faltaba medio cuerpo por subir, la pared se desplomó y quedé dividido en dos.Ya
no me quedaban fuerzas y estaba agotado, pero me tomaron los tres, me cargaron
entre todos y me llevaron hasta el final. Mientras más nos acercábamos, más
veía todo volverse negro, hasta que lo fue por completo.
Abrí los ojos y no estaban, pero
tenía un recuerdo de todos. Los cabellos de sin-pelo para saber que no era feo;
la máscara que usaba sin-cara, para recordar que no era falso; las ropas de
sin-cuerpo, para saber que no era vulnerable.
Pero también había algo más, una
carta.
Allí estaba escrito todo esto.
hola tinta nocturna quisiera compartir con vos un escrito de mi autoria
ResponderBorrarsaludos!!!
copia este link:
http://julian-maledictus-silentium.blogspot.com/2011/08/fragmento-un-momento-dislocado.html
Acabo de ver tu comentario, ya mismo lo leo! :)
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