El carruaje corrió estrepitosamente por los adoquines de las calles. El conductor azotaba incansablemente a los negros caballos sin importarle cuanto relincharan del dolor o si amenazaban con encabritarse en cualquier momento. Solo azotaba y azotaba, pareciendo más animal que los mismos perros salvajes del bosque al que empezaba a entrar.
Le importaba un pepino lo que le pasara a la muchachita que llevaba al castillo tan familiar para él. No le importaba en absoluto qué hacía su ama. Le valía poco menos que nada mientras le pagara bien por traerle chicas de no más de 26 años. Le valía nada o menos que eso mientras más alta fuera la paga.
Nunca imaginó el oscuro secreto detrás de la cara angelical que llevaba su ama. Una máscara vulgar para ocultar a un monstruo vanidoso, sádico y desalmado que solo se preocupaba por sí mismo.
Finalmente llegaron a la gran puerta de madera que daba la no muy cálida bienvenida al hogar de su ama. Descendió y amarró a los caballos para que no escaparan, se dirigió a la puerta del carruaje, la abrió y allí estaba, una muchacha de poco más de 10 años temblando y tiritando del frío y el miedo cuyos ojos reflejaban la inocencia misma y cuya cara despertaba compasión en cualquier corazón, cualquiera que no fuese pagado para enmudecer, mejor dicho.
Torpemente, la chiquilla se movió hacia la salida, pero los nervios, el hambre, el frío, miedo y sueño que tenía la entorpecieron aún más y terminó cayendo al duro suelo.
- Serás estúpida. Ven aquí – Dijo burlonamente el viejo -.
Fuertemente la agarró por el codo y la arrastró hasta la entrada. Toco fuertemente cinco veces…
No pasó ni medio minuto antes de que una mujer con un vestido rojo, el pelo marrón recogido y la piel blanca reluciendo a la luz de la luna, apareciese, extendiese la mano y entregara un saco del tamaño de su puño al viejo.
- Como diga, mi ama.
El viejo subió nuevamente y condujo nuevamente el camino saliendo del bosque. Ya tenía lo que quería, lo que le importaba. Así que nada tenía que hacer allí. Se alejó apresuradamente de allí para darle el dinero a su esposa y disfrutar de otras dos semanas de buena vida.
La condesa miró a la chiquilla indiferente.
- ¿Qué esperas? Entra.
Y la niña pasó, sin saber que nunca volvería a salir de aquella mansión.
WOW !! TERRIBLEMENTE ESPECTACULAR !!!
ResponderBorrar¡Qué pasada ^^!
ResponderBorrar¿Para cuándo la siguiente parte? Está muy interesante...
Besotes ^^
Muchas gracias por los comentarios chicas...! La verdad es que no pensé que gustara esta primera parte, pero o.O
ResponderBorrarLa próxima... hmmm, podría tardar un poco, ya que estoy asumiendo algunmos compromisos en la red, además del CdFdME y la web de At, pero prometo tratar de terminarlo pronto...!