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Buen día, nocturnos. ¿Cómo va todo por allá? ¿Listos para el año nuevo? Sé que sí.
Hoy voy a salir un poco de los temas habituales para compartirles algo que estuve pensando unas noches atrás, pensando en lo que quiero conseguir para este 2020, y que estoy seguro nadie espera escuchar.
El asunto es que tengo derecho a quejarme, a sentirme mal, a ver los problemas como tal aunque sea por un momento, y luego hacer uso de todo lo que he aprendido a lo largo del camino. ¿Por qué? Porque es mi derecho, porque quiero, porque puedo, y porque es natural.
Todos conocemos frases como “otros la pasan peor que tú” o “y uno se queja” o “mira el lado positivo”, ¿y saben qué? Uno aprecia la intención, pero esa actitud es lo que se llama Positividad Tóxica.
En pocas palabras, la Positividad Tóxica es la idea de que todo tiene que ser bueno, bonito y positivo, es el deseo de pintarlo todo color rosa y de imponer esa percepción del mundo a los demás, especialmente cuando alguien está pasando por un momento difícil o frustrante. Aunque es una actitud bienintencionada y se aprecia (hasta cierto punto), en realidad puede hacer mucho daño.
Es natural sentirse mal, defraudado, lastimado, débil… Como humanos, somos imperfectos y brillamos por nuestras fallas, nuestros errores, y malas elecciones. Sin embargo, entenderlos es parte del aprendizaje, junto con la catársis que esto amerita.
Dejar salir los sentimientos es importante para mantener la cabeza clara y el corazón en calma. De nada sirve querer pretender que las cosas están bien cuando en realidad no lo están. Afrontar la realidad es parte fundamental del proceso, y es nuestro derecho sentirnos mal, dejar salir lo que sea que sintamos, y seguir adelante.
Esto para mí fue algo MUY difícil de aprender siendo hombre y, para colmo, tener Síndrome de Asperger. Desde niño, se me enseñó que “los hombres no lloran”, que “los hombres son fuertes”, y muchas ideas más de ese tipo. Positividad Tóxica en su máxima expresión. De nuevo, aunque me fueron inculcadas por personas que querían lo mejor para mí, en realidad terminaron dañándome muchísimo a largo plazo.
Al tener síndrome de Asperger, me es difícil entender o procesar sentimientos y emociones, a veces hasta pensamientos, ¿y para colmo debo reprimirlos? ¿Hacer de cuenta como que no están allí? Mi cerebro hizo cortocircuito más de una vez; mis amigos y familia son testigo de ello.
Cada vez que me quejaba de algo, alguien me decía “eres hombre, eres fuerte, puedes con esto”, “no es nada, hay cosas peores” o (mi favorita) “no exageres”. Claro, es que me encantaba hacer drama por nimedades en Educación Primaria. A todos nos encantó hacerlo de niños.
Está bien querer ver el lado positivo de todo, está bien querer que las cosas estén bien, pero no lo está pretender que los demás lo hagan, o decirnos que no tenemos derechoa expresar lo que sentimos. Tal y como pasa cuando queremos gritar nuestros logros y sentir que estamos en la cima del mundo, a veces es necesario dejar salir la frustración, el despecho, el miedo y el llanto.
Si hay algo que me enseñaron mis padres fue que hay pocas cosas peores que acumular emociones, dejarlas adentro y ahogarse en ellas. Quedarse callado nunca le hizo bien a nadie, y tal y como tengo derecho a hablar de mis logros, tengo derecho a quejarme y sentime mal. Dejar salir las cosas es el primer paso para una mente equilibrada.
¡Un saludo y un abrazo!
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