Las despedidas siempre son duras, unas más que otras, y algunas traen consigo la promesa de algo mejor en el futuro. Este es el tipo de despedida con el que me encontré una vez que terminé de ver la cuarta temporada de Castlevania, creada y escrita por Warren Ellis.
La historia nos muestra varios puntos de inicio, cada uno para los respectivos personajes: Trevor y Sypha agotados por viajar y luchar sin descanso, Alucard intentanto recuperar la fe en la humanidad, Saint Germain con un nuevo plan, Isaac reevaluando sus planes en una ciudad ruinosa, Héctor actuando a espalda de sus captoras vampiras, y estas preparando un plan de conquista masiva. Hay varias preguntas sin respuesta y mucha expectativa, las cuales se van desarrollando en 10 episodios a medida que la tensión escala a niveles sin precedentes.
A medida que pasan los episodios, la resurrección de Drácula parece ser algo más asegurado que en la temporada anterior, un peligro que se acerca sin control alguno. Esta vez no se trata de un grupo de fanáticos jugando con poderes más grandes que ellos, sino un grupo de inmortales altamente preparado para hacer hasta lo imposible para cumplir con su objetivo, y un líder desquiciado que trabaja desde las sombras.
El desarrollo de esta temporada de Castlevania fue mucho más rápido que en las tres previas, especialmente que la tercera. Cada episodio trae sorpresas, giros de trama, personajes nuevos, dejándote boquiabierto constantemente. No obstante, aunque la tercera temporada fue recibida con opiniones mixtas, es esencial para la grandeza de esta cuarta temporada.
Los elementos de horror son un aspecto fundamental, creando un contraste impactante entre la humanidad, tanto externa como interna. Me encantó que Castlevania usara varias metáforas con respecto a este tema, haciendo que cada quien se replantee las definiciones de humano y monstruo, y si realmente el exterior define el interior de cada criatura.
Aunque se trata de una serie, esta temporada logró mantener una estructura de videojuego de aventura y acción en todo momento, con peleas sin cesar, enfrentamientos y monstruos tan llamativos como espeluznantes. Diría que fueron precisamente los altos niveles de acción y esa musicalización tan preciosa que hicieron que pudiera verme la temporada en un solo día. Fue un maratón que me electrocutó el cerebro.
La dirección de Sam Deats y el guión del creador Warren Ellis se combinan a la perfección tal y como lo hicieron en la primera temporada, salvo en el último episodio, donde Deats compartió la responsabilidad con Amanda Sitareh B., dándole un tono más suave y emotivo a la serie por un momento. Sin embargo, siento que quedaron varios cabos sueltos que podrían haber sido respondidos a la perfección en esta temporada. Hubiese preferido un final diferente, un poco menos idealizado, aunque puedo entender el por qué detrás de él.
En términos de personajes, esta temporada de Castlevania fue mucho más equilibrada, dándole a cada uno su momento de grandeza, permitiendo que Trevor Belmont se viera más a menudo como un humano y no un héroe mesiánico. Esto se nota mucho más en el episodio 6 “You Don’t Deserve My Blood”, enfocado en Héctor, Carmilla, y Isaac (este nivel de epicidad debería ser ilegal) y el episodio 9 "The Endings", con el trío protagónico brillando a partes iguales (pero como dijo una amiga, sin Sypha no hay serie).
Netflix se encuentra preparando una nueva historia ubicada en el mismo universo pero 300 años en el futuro, por lo que habrá nuevos protagonistas y una trama muy distinta, sin embargo, no creo que sea la despedida definitiva para los personajes que conocimos en esta. Solo el tiempo lo confirmará, pero si tenemos en cuenta que más de una vez los videojuegos han jugado con la resurrección y las líneas temporales, bien podría ser una posibilidad. Por ahora, me quedo con la producción excelente, los personajes bien desarrollados, y las batallas épicas de una serie hecha con mucho amor mórbido.
¡Un saludo y un abrazo!
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