¿Sabían que este es el mes de la salud masculina? Sí, yo también me enteré tarde. Una de las cosas que más me hicieron difícil aceptar que iba a ir a terapia cuando tenía 16-17 años fue que escuché comentarios no muy agradables. Hubo quienes me dijeron que no tenía nada, otros que se burlaron, y unos que sencillamente no me tomaron en serio. Pocos se acercaron y me preguntaron en qué podían ayudar, y aunque pocos, fueron los que más me ayudaron.
Did you know this is Men's Health Month? Yes, I found out late, too. One of the things that made it most difficult for me to accept that I was going to go to therapy when I was 16-17 years old was that I heard not very pleasant comments. There were those who told me that I had nothing, others who made fun of me, and some who simply didn't take me seriously. Few approached me and asked me how they could help, and although few, they were the ones who helped me the most.
Publicado originalmente en I am 1 in 4. Ligeramente editado.
Originally published in I am 1 in 4. Slightly edited.
¡Un saludo y un abrazo!
Greetings and hugs!
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Mitchell Hollander - Unsplash |
Todos nos estremecemos ante la idea cuando nos enfrentamos por primera vez con la idea de ir a terapia. ¿Estoy demente? ¿Es tan inestable? ¿Está loco? Escuché esas preguntas venir mí mismo y de la boca de otros y pensé en ellas. Especialmente cuando iba a terapia durante mi último año, allá por 2012, después de que mi familia y la escuela vieron que me cortaba.
Ir a terapia: "¡No estoy loco, no estoy loco!"
No puedo estar completamente seguro, mi mente era un desastre esos días, pero eso es lo único que creo que pensé mientras mis padres me llevaban a la primera sesión con una psicóloga. Una amiga suya la había recomendado, ¿y en qué más podía pensar un chico de 17 años con la mente rota en esa situación?
Nadie en mi clase lo sabía, ni siquiera los profesores. Si lo hicieron, nunca lo escucharon salir de mi boca, nunca hablé de eso tampoco. Solo dos amigos míos fueron la excepción a la regla, y no fue hasta después de un par de años que mi mejor amiga y yo hablamos libremente al respecto. Eso fue después de que ambos nos sintiéramos mejor, mental y físicamente.
Lo que pasa es que no estaba loco, nunca lo he estado. Esa mujer, uno de los seres humanos más amigables que he conocido, me aseguró esto. Ahora sé que ni siquiera cuando corté estaba demente o loco, nunca perdí la cabeza. Solo estaba pidiendo ayuda a gritos, de la única forma que conocía.
¿Por qué deberías avergonzarte de estar enfermo?
Acudir a un profesional en salud mental es tan común como ir al gimnasio, seguir una dieta o probar el yoga. Es preocuparse por uno mismo, por tu enfermedad, por tu salud. El problema no es lo que piensen los demás al respecto, o lo que puedan decir si se lo haces saber, el verdadero problema eres tú.
¿Por qué deberías sentirte mal por querer mejorar tu salud? Además, ¿por qué escondes que cuidas tu salud? El estigma está ahí fuera, sí, pero también está dentro de nosotros, y ahí es donde comienza y reside el verdadero problema: te conviertes en el mayor de los abusadores.
Estás enfermo y necesitas tratamiento. Por eso necesitas un profesional. Por mucho que tu familia te acompañe durante esto, lo que no sucedió en mi caso, o por mucho que tus amigos te apoyen, nunca subestimes la posibilidad de ir a terapia. Nunca terminé mis sesiones, pero me ayudaron como no tienen idea, y harán lo mismo por ti si les das la oportunidad.
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We all shudder at the thought when we’re first confronted with the idea of going to therapy. Am I insane? Is he that unstable? Is he crazy? I heard those questions come from myself and the mouths of others and thought about them. Especially when I was going to therapy during my Senior Year, way back in 2012, after my family and school saw that I’d cut myself.
Going to Therapy – ‘I’m Not Crazy, I’m Not Crazy!’
I cannot be completely sure, my mind was a mess those days, but that’s the only thing I think I thought while my parents were driving me to the first session with a psychologist. A friend of theirs had recommended her, and what else could a 17-year-old guy with a broken mind think about in that situation?
No one in my classroom knew about it, not even the teachers. If they did, they never heard it coming from my mouth, I never spoke about it either. Only two friends of mine were the exception to the rule, and it wasn’t until after a couple of years that my best friend and I spoke freely about it. That was after we were both feeling better, mentally and physically.
The thing is that I wasn’t crazy, I’ve never been. That woman, one of the most friendly human beings I’ve ever met, reassured me of this. Now I know that not even when I cut was I insane or crazy, I’ve never lost my mind. I was only crying for help, the only way I knew.
Why should you be ashamed of being sick?
Going to a professional in mental health is just as common as going to the gym, following a diet, or trying yoga. It’s caring about yourself, about your sickness, about your health. The problem is not what others think about it, or what they may say if you let them know about it, the real problem is you.
Why should you feel bad for wanting to improve your health? Also, why should you hide that you take care of your health? The stigma is out there, yes, but it’s inside us as well, and that’s where the real problem starts and resides: you become the biggest of the bullies.
You’re sick, and you need treatment. That’s why you need a professional. As much as your family sticks with you during this, which didn’t happen in my case, or as much as your friends support you, never underestimate the chance of going to therapy. I never finished my sessions, but they helped me like you have no idea, and they will do the same for you if you give them a chance to.
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