Buenos días, Nocturnos. ¿Listos para el fin de semana? Hoy vengo con una entrada importante. La escribí también hace tiempo, pero sigo pensando lo mismo: hay demasiada masculinidad tóxica en el mundo, demasiadas bocas diciéndonos que "los niños no lloran", sin saber que lo único que logran es que nos volvamos mejores en esconder nuestras grietas.
Good morning, Nightlies. Ready for the weekend? Today I come with an important entry. I also wrote it a long time ago, but I still think the same thing: there's too much toxic masculinity in the world, too many mouths telling us that "boys don't cry", without knowing that the only thing they achieve is that we become better at hiding our cracks.
¡Un saludo y un abrazo!
Greetings and hugs!
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Tima Miroshnichenko (Pexels) |
Una cosa que mi padre siempre me decía mientras trataba de ayudarme a sobrellevar la vida en general, era que “Solo las niñas lloran”. Quería que respirara hondo y enfrentara el mundo, lo conquistara y lo convirtiera en el lugar que yo quería que fuera. Tenía buenas intenciones, no lo negaré. Pero sus palabras fueron una tortura silenciosa durante años, hasta que entendí que los hombres adultos también pueden llorar.
El falso príncipe defectuoso
Nunca he sido ese príncipe azul sobre un caballo blanco, fuerte, valiente y sin fallas, que el mundo quería que fuera. Era débil, era pequeño, estaba asustado. Y nunca pude cumplir con ese estándar, ser esa mentira que siempre veía en la televisión, en las películas, en los cuentos que me contaba mi mamá. Solo podía ver ese carácter en mi papá. Él era todo lo que yo quería ser y que él también quería. La diferencia era que nunca le dije lo miserable que era por dentro, por eso lloraba más de lo que querían mis padres.
Era un ciclo interminable que no podía parar, que nunca entendí, que me hizo sentir enjaulado, y lo odiaba más que a nada. No podía ser yo mismo ni explorar mis opciones porque estaba demasiado aterrorizado. Fue confuso para mí, y peor aún fue el hecho de que no sabía quién o qué era. Esas preguntas me confundían, los matones en la escuela me hacían sentir como el peor error que cometieron mis padres y mi guerra interna se hacía más grande a medida que crecía.
Príncipe no Encantador
Un día, mis sueños comenzaron a controlarme hasta el punto de sentir miedo de mi propia mente incluso a la luz del día, y tuve una crisis frente a mi papá. Estábamos solo nosotros dos, en el departamento en el que todavía vivo hoy en día, y vi algo que nunca antes había visto. El hombre más fuerte que he conocido lloró. Años después, cuando él estaba luchando contra el cáncer, pasé una semana entera sin él, y cuando por fin pude verlo, ahí estaba otra vez. El Rey, el gobernante, tan débil y tan asustado, lloraba solo porque vio a su primer hijo a punto de abrazarlo nuevamente, tal como lo hice yo años antes, encerrado en mi habitación, sin querer que él lo supiera.
Ahora que pienso en sus palabras, puedo entender que así fue como su familia le enseñó a ser. No sabía lo contrario, pero aun así trató de entenderme lo mejor que pudo. Los hombres adultos también pueden llorar, pueden sufrir y no tiene nada de malo. Lo hice de niño, asustado de la vida, y lo volví a hacer cuando él falleció. Puede que no sea Encantador, pero soy un Príncipe gracias a él.
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One thing that my father always told me while trying to help me cope with life in general, was that “Only the girl cry”. He wanted me to take a deep breath and face the world, conquer it and make it the place I wanted it to be. He meant well, I won’t deny it. But his words were a silent torture for years, until I understood that adult men can cry too.
The defective, fake prince
I’ve never been that Prince Charming on a white horse, strong, brave and fault-free, that the world wanted me to be. I was weak, I was small, I was scared. And I was never able to meet that standard, to be that lie I always saw on the TV, in the movies, in the tales my mom used to tell me. I could only see that character in my dad. He was everything I wanted to be and that he wanted as well. The difference was that I never told him how wretched I was inside, which is why I cried more often than my parents wanted.
It was a never-ending cycle I couldn’t stop, that I never understood, that made me feel caged, and I hated it more than anything else. I couldn’t be myself or explore my options because I was way too terrified. It was confusing for me, and even worse was the fact that I didn’t know who or what I was. Those questions confused me, the bullies at school made me feel like the worst mistake my parents made, and my inner war was getting bigger as I grew up.
Prince not Charming
One day, my dreams started to control me to the point that I felt scared of my own mind even in daylight, and I had a crisis in front of my dad. It was only the two of us, in the apartment I still live in nowadays, and I saw something I’d never seen before. The strongest man I ever knew cried. Years later, when he was fighting cancer, I spent a whole week without him, and when I finally could see him, there it was again. The King, the ruler, so weak and so scared, was crying just because he saw his first son about to hug him again, just like I did years before, locked in my room, not wanting him to know.
Now that I think about his words, I can understand that it was how his family taught him to be. He didn’t know otherwise, but still tried to understand me the best he could. Adult men can cry too, they can suffer, and there’s nothing wrong with it. I did it as a child, scared of life, and I did it again when he passed away. I may not be Charming, but I’m a Prince because of him.
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